Por Maria Dolors Miquel Abril
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21 de febrero de 2025
Desde que somos niñas, la curiosidad nos empuja a descubrir el mundo. Tocamos, preguntamos, desmontamos cosas para ver cómo funcionan (aunque luego no sepamos volver a armarlas). Pero algo pasa con los años y, de repente, nos encontramos en una rutina en la que aprender parece más una obligación que un placer. Pues no. Aprender no debería ser un trámite. La curiosidad es lo que convierte el aprendizaje en algo emocionante, en una aventura en la que nos metemos porque queremos, no porque nos lo exijan. Y lo mejor es que no tiene fecha de caducidad: si la alimentamos bien, nos acompaña toda la vida. ¿Por qué es tan importante la curiosidad? Porque es la gasolina del aprendizaje. Cuando algo nos intriga, nos lanzamos a investigar sin que nadie nos obligue. Queremos saber más, entender mejor, conectar ideas. Es lo que nos hace leer un artículo entero sin mirar el móvil, ver documentales sin pestañear o incluso meternos en cursos solo por el placer de descubrir algo nuevo. Además, en un mundo que cambia a toda velocidad, vivimos en una continua montaña rusa y la curiosidad nos ayuda a adaptarnos a esos entornos VICA (o VUCA), pero eso es para otro artículo.... Si estamos siempre abiertas a aprender, los cambios no nos pillan desprevenidas. Nos atrevemos con nuevos retos, nos reciclamos y hasta nos sorprendemos a nosotras mismas con lo que somos capaces de hacer. Pero... ¿Cómo mantenerla viva? Porque, a veces, la rutina nos apaga un poco esa chispa... Pero hay algunos trucos para mantenerla encendida: Hazte preguntas todo el tiempo. No des nada por hecho. ¿Por qué funciona así? ¿Cómo lo haría yo de otra manera? Sal de tu comodidad. Lee sobre temas que nunca te han interesado, habla con gente diferente, prueba actividades nuevas. Permítete aprender por placer. No hace falta que todo tenga un propósito práctico. A veces, simplemente disfrutar del proceso ya es suficiente. Rodéate de personas curiosas, porque la curiosidad es contagiosa. Si estás con gente que se hace preguntas y busca respuestas, acabarás haciendo lo mismo. Ahora bien... la curiosidad y educación frecuentemente tienen una relación complicada. El sistema educativo no siempre sabe cómo manejar la curiosidad. Muchas veces, la mata o la aplasta con contenidos rígidos, exámenes memorísticos y respuestas cerradas. Pero hay maneras de devolverle la vida: aprender a través de proyectos, dejar espacio a la experimentación y dar valor a las preguntas en lugar de solo a las respuestas. Experimentar... sentir... indagar... esa es la clave. Y esto no es solo cosa de colegios o universidades. Si trabajas con personas, si eres madre, tía, amiga o simplemente compartes espacio con otras mujeres, puedes ayudar a despertar la curiosidad a tu alrededor. Porque cuando alguien empieza a cuestionarse cosas, a mirar el mundo con ojos nuevos, el aprendizaje se vuelve imparable. Despertemos la sororidad curiosa... Y es que, la curiosidad no es solo cosa de niñas. Es la herramienta más potente que tenemos para aprender de verdad, sin imposiciones ni presiones. Pues ya lo sabes: pregunta, explora, atrévete a no saberlo todo y disfruta del viaje. Aprender es la llave que abre todas las puertas.